Las rosquillas de San Isidro o de la Tía Javiera son lo más tradicional de San Isidro. Esta mujer llegó a ser tan popular que muchos alardeaban de ser parientes suyos. Por eso este verso:
Pronto no habrá ¡cachipé!
En Madrid Duque ni hortera
Que con la Tía Javiera
Emparentado no este.
Sus rosquillas se caracterizaban por no llevar azúcar en su masa, sino aguardiente, y empapadas en jarabe se dejan secar para atarlas mas tarde con una guita.
Rosquillas de San Isidro
Las rosquillas que hoy en día venden las pastelerías, aparecen antaño con la fiesta de San Isidro, fiesta patronal celebrada el 15 de Mayo. La fiesta se empezaba un día antes en La Pradera del Santo, frente al Manzanares, junto a la ermita decorada por Goya.
Había 3 tipos de rosquillas:
Las rosquillas tontas elaboradas con una harina de flor azucarada, anís, canela y un chorrito de aguardiente.
También y como contrapunto estaban las rosquillas listas, las cuales se cubrían con un espeso baño mezcla de azúcar clara de huevo, limón y aguardiente.
Las rosquillas de Sta. Clara son las más antiguas llevan una cubierta de jarabe hecho a base de claras de huevo tapando solo la parte superior y los salientes.
Más adelante aparecieron las rosquillas francesas, atribuidas a un chef que creó un cobertura a base de almendra, huevo y azúcar para darles vidilla…
ROMERÍA DE SAN ISIDRO
Ya de madrugada los romeros se preparan para ir a la pradera. En la Puerta del Sol vocean los mozos de los ómnibus y tartanas “¡Al Santo, al santo por dos reales!…”
El pueblo de Madrid empezó a ir en romería desde época remota, se dirigen en masas por el puente de Segovia a la Ribera del Manzanares, donde se situaba la antigua ermita.
Por todos lados se ven en las cercanías de la ermita, puestos de lienzo, de torraos y avellanas. En uno hay un cartel como una aleluya, con dos viñetas de la Tía Javiera. En uno de los cuadros se la muestra saliendo de su pueblo, montada en un burro. Este en un momento se asusta, y la Tía Javiera sale despedida por las ancas. En otro cartel, la vieja Javiera, vestida de paleta, con el moño cano, bajo y trenzado, fabrica rosquillas, en la Pradera, con las posaderas, y un letrero dice: “Estas son las autenticas rosquillas de la Tía Javiera”
En el patio de la ermita los pobres forman fila para beber de la fuente, acto que se acompañaba con estas palabras:
“San Isidro hermoso
Patrón de Madrid
Que el agua del risco
Hiciste salir”
Cumplido el rito, compraban rosquillas listas, tontas, de Sta Clara y de la Tía Javiera, recorrían las diversas casetas y puestos en los que era costumbre adquirir botijos, molinillos de papel, porcelanas, figuras del Santo, pitos de cristal con flores y campanillas de arcilla, que habían de ser bien tocados si se quería ahuyentar los rayos en días de tormenta.
Abajo, en la explanada de la Pradera, se ve el humo que sale de las calderas de churros y la polvareda del galopar de los caballos y los tranvías de mulas, que llegan atestados de gente; los “Tíos vivos”, columpios, montañas rusas, puestos de comidas y bebidas. En la tienda de vinos de Acal se sirven callos y caracoles, Se oyen los gritos de las mujeres que se suben al columpio; se organizan bailes españoles, por parejas; se baila la jota, el bolero andaluz. Y en la alfombra de césped se ven grupos sentados a la vera del manzanares. Se merienda en la Pradera con abundantes alimentos llevados para la ocasión.
Y así encontramos la copla que dice…
Rosquillas de San Isidro
La Tía Javiera
“ A San Isidro he ido
y he merendao
más de cuatro quisieran
lo que ha sobrao.
Ha sobrao gigote y empanadillas
Un capón cuatro huevos
Y tres tortillas”
A lo lejos se ve la iglesia de San Francisco el Grande, el Palacio Real.
Ya de noche, todavía queda gente en la pradera cenando y en las rondas con guitarras de gente descamisada que baja voceando y cantando por los cerros de la pradera con una visión fantástica.
Entonces parece cumplirse el refrán español que dice: “romería vista de cerca, mucho vino y poca cera”.